miércoles, 18 de junio de 2008

¿Qué se discute?

Esta es una frase famosa del gerente, y la uso para titular qué es exactamente lo que a mí me interesa en este proceso, teniendo en cuenta que, como siempre, lo más importante no es el dinero.
1. Me interesa mi madre: este proceso es muy doloroso para ella, por eso traté de tenerla al margen de él. Lo único que le informé fue la presentación de la demanda el 15 de febrero. Sin embargo directivos de la empresa la han llamado para indisponerla y hacerle creer que mi pretensión puede poner en peligro la supervivencia de la empresa. Los que la conocen, saben que no es una mujer expresiva, y que prefiere tragarse sus dolores, por lo tanto es necesario que la empresa se comprometa con su salud presente y futura.
2. Me interesa mi familia: en todo este tiempo ha habido tanta desinformación, que muchos socios y miembros de la familia no entienden lo que pasa, o tienen una visión equivocada (esa es la principal razón de la existencia de este blog). Por ello considero necesario que se convoque a una asamblea extraordinaria o una reunión familiar (como lo sugirió el presidente de la junta directiva) donde yo pueda expresar mis razones. Así todos podrán tomar una posición más objetiva sobre estos hechos.
3. Me interesa mi dignidad laboral: culminar con consistencia estos 16 años de servicios continuos a la empresa, por eso propuse que se me concediera un tiempo para entregar mi cargo, obviamente de acuerdo a las instrucciones de la gerencia.
4. Cuando se dio el proceso judicial de primera instancia, el presidente de la junta directiva me hizo llegar el mensaje que la empresa solo estaría dispuesta a negociar si yo vendía las acciones que compré de la empresa, y que corresponden al 0,37% del total de la propiedad. Debería enajenarlas por el mismo precio que se está ofreciendo a los socios que quieren venderlas, o sea con un castigo del 20%. Yo estoy dispuesto a venderlas, pero no a ese precio, porque las circunstancias son distintas, No es lo mismo que yo necesite vender mis acciones, a que la empresa me las quiera comprar.
5. Me interesa mi futuro: yo tengo un techo económico, que es el máximo que yo aspiro obtener después de una serie de procesos judiciales que pueden demorar alrededor de dos años, en el mejor de los casos para cobrar. Mi solicitud fue que se me escuchara de donde salían las cifras y que se me hiciera una contra oferta, de acuerdo a lo que la junta directiva, el gerente y su abogado consideraran que efectivamente podrían tener que pagar en el proceso.
5.1. Dineros que se me deben desde el año de 1999, cuando estuve en Bogotá durante casi cuatro años, sin recibir ningún salario adicional al que ya devengaba en Medellín. Como se recordará ejercí simultáneamente la gerencia comercial de la empresa y la gerencia general de la filial en Bogotá. La junta acordó conmigo pagarme una participación sobre las utilidades obtenidas, pero nunca fue posible saber el monto de éstas. El problema es que estos dineros debieron haber formado parte de una liquidación que se me hizo en enero de 2006, y que resultó mal hecho, por ello genera una indemnización por lo que popularmente se llaman “salarios caídos”.
5.2. Los dineros dejados de percibir por Elena y por mí durante todo el tiempo que estuvimos esperando las sucesivas postergaciones del planeado viaje a México, la pérdida en la venta de nuestros bienes, que se hizo a precio de quema.
5.3. Según la ley de acoso laboral, la existencia de éste hace presumir un despido sin justa causa.
5.4. Hay pruebas y testimonios sobre una serie de daños morales infligidos a mí, a mi esposa y a mis hijos.
5.5. A eso habría que sumarle las costas del proceso del 30% sobre el valor anterior.
A cambio yo ofrezco desistir de todos los procesos laborales presentes y futuros en contra de la empresa provenientes de este contrato.
Creo que he sido claro, que tengo las pruebas necesarias para enfrentarme a un proceso judicial, pero me parece que, cómo dije en el blog anterior, vale la pena hacer el esfuerzo de negociar.

Porqué negociar

La negociación, como se concibe en la actualidad, es un ejercicio colaborativo de mutuo beneficio. Las partes ponen sus intereses sobre la mesa y buscan soluciones creativas que permitan lograr la satisfacción de todos los intereses expuestos, o la mayor parte posible.
Cuando una negociación termina, las partes sienten que se beneficiaron con los acuerdos logrados y están comprometidos en cumplir lo decidido. Sin embargo, a veces no se puede llegar a un acuerdo y las partes renuncian a la negociación, porque sus alternativas al no haber negociación, son mejores que cualquiera otra opción.
He reflexionado mucho y pienso que yo debo negociar:
  • Para recuperar mi tranquilidad personal y familiar.
  • Para dedicarme a organizar mi futuro.
  • Para no tener que presentar otras demandas.

Pero creo que también la empresa debe negociar porque:

  • Una nueva sentencia condenatoria, ya en segunda instancia la haría perder una valiosa tradición de veinte años sin condenas en el campo laboral.
  • Sus mejores clientes, que tienen una gran tradición ética, no verían con buenos ojos seguir negociando con una empresa que no tiene buenas prácticas empresariales.
  • Empezaría una cascada de demandas laborales de empleados y ex-empleados, basadas en el precedente de la condena.

La única condición que he pedido para negociar es que la empresa sea representada por un miembro de la junta directiva. La razón es que ya no tengo confianza en el gerente, al que considero generador de todo lo sucedido, ni a su abogado, ni a la directora de personal, que han mostrado conductas dilatorias, irrespetuosas y falsarias. Sin embargo no me opongo a que acompañen al miembro de junta en el proceso.

Esas condiciones solo se cumplieron el 16 de mayo, en esa ocasión puse sobre la mesa todo lo que realmente me interesa (en la próxima les contaré de qué se trata) mientras que de los representantes de la empresa sólo recibí escucha pasiva, desconfianza y cerrazón. En la siguiente reunión no asistió el presidente de la junta, a pesar de que yo cumplí su exigencia de citar a mi abogado. Por eso decidí parar la negociación y esperar a que, algún día, la junta directiva entienda que es mejor negociar.

Espero, de todo corazón, que ese día no llegue demasiado tarde.

martes, 10 de junio de 2008

Carta abierta al tío Darío

Hola querido tío.
Se que me prohibió que siguiera llamándolo tío, pero no puedo dejar de hacerlo. Por mis venas corre su misma sangre y muchas notas de mi temperamento fueron forjadas en la misma escuela en que se formó el suyo. Tampoco creo que le guste que lo llame “querido”, pero es mi mínimo agradecimiento por todo lo que me ha enseñado, por todo lo que ha significado en mi vida. A mí, a mis hermanos y a mis primos nos ha enseñado, entre muchas otras cosas, a crecer con humildad y sirviendo a los demás; a caer con dignidad; y a luchar por los ideales, como lo hizo cuando se enfrentó al abuelo, liberal anticlerical, cuando usted quiso ser sacerdote, y como lo ha hecho contra su misma religión, cuyos representantes no lo aceptan en su seno por la forma como usted ha escogido vivir.
Pero, con todo respeto, creo que se le ha olvidado que también sus sobrinos podemos enseñarle algo, y es que todos, sin excepción lo hemos aceptado tal como es, nunca ha escuchado, de parte de ninguno de nosotros, comentarios alevosos o malintencionados, como sí he escuchado de sus hermanos o cuñados, sobre usted y sus opciones de vida. Sus sobrinos hemos ejercido el don de la tolerancia con la diferencia, de la aceptación del otro como es, del respeto por las decisiones del otro así no estemos de acuerdo con ellas.
¿Sabe?, por más que me esfuerzo, no entiendo de dónde creen usted y sus hermanos, que tienen el poder para juzgar lo que hacen los demás. Cómo creen ustedes que tienen derecho a opinar sobre la vida privada de sus propios parientes. Cómo, por ejemplo usted, siendo quién es, se atrevió a juzgarme por mis matrimonios, por la educación que le doy a mis hijos, o por mis opciones de vida. ¿No le parece que se excedió?
Lo invito cariñosamente a que sigamos las enseñanzas de aquel dios hecho hombre que usted ama, cuando decía “no juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes. Pues Dios los juzgará a ustedes de la misma manera que ustedes juzguen a otros” (Evangelio según San Mateo 7, 1-2).
Usted, al ser el menor en edad, de los miembros de la junta directiva que ha gobernado la empresa por casi cuarenta años, probablemente será el que preparará el camino para que las nuevas generaciones los sucedan. Usted tiene experiencia, fué el que se hizo cargo de suceder al abuelo en la dirección y entregarla sin traumatismos a sus hermanos menores, alguna vez le mencioné como lo admiraba por haber dado esos dos importantes pasos, garantizando la continuidad de la empresa. Pero la forma como usted me trató el pasado sábado 31 de mayo, me hace temer que usted no ha considerado que el proceso judicial que tengo con la empresa, es con ella, y no con la familia, usted ha confundido la relación empresarial con la relación familiar, error que ha conducido a muchas empresas familiares al fracaso. Usted me ha dicho que considere que ya no tengo familia, por el hecho de haber reclamado lo que yo considero justo, y haber sido sentenciado a mi favor por un juez de la república en primera instancia.
Empresa y familia tienen objetivos distintos y cada una debe ser gestionada de acuerdo a ellos, mientras la empresa busca la rentabilidad y la solidez, la familia busca la sostenibilidad y el apoyo mutuo entre sus miembros. Qué bueno que usted reconsiderara su posición y diera el ejemplo ante toda la familia de tener la calma y la conciencia crítica suficiente para entender la diferencia y dejarla como la mejor herencia a las siguientes generaciones.
Con afecto.
Jorge