- Para recuperar mi tranquilidad personal y familiar.
- Para dedicarme a organizar mi futuro.
- Para no tener que presentar otras demandas.
Pero creo que también la empresa debe negociar porque:
- Una nueva sentencia condenatoria, ya en segunda instancia la haría perder una valiosa tradición de veinte años sin condenas en el campo laboral.
- Sus mejores clientes, que tienen una gran tradición ética, no verían con buenos ojos seguir negociando con una empresa que no tiene buenas prácticas empresariales.
- Empezaría una cascada de demandas laborales de empleados y ex-empleados, basadas en el precedente de la condena.
La única condición que he pedido para negociar es que la empresa sea representada por un miembro de la junta directiva. La razón es que ya no tengo confianza en el gerente, al que considero generador de todo lo sucedido, ni a su abogado, ni a la directora de personal, que han mostrado conductas dilatorias, irrespetuosas y falsarias. Sin embargo no me opongo a que acompañen al miembro de junta en el proceso.
Esas condiciones solo se cumplieron el 16 de mayo, en esa ocasión puse sobre la mesa todo lo que realmente me interesa (en la próxima les contaré de qué se trata) mientras que de los representantes de la empresa sólo recibí escucha pasiva, desconfianza y cerrazón. En la siguiente reunión no asistió el presidente de la junta, a pesar de que yo cumplí su exigencia de citar a mi abogado. Por eso decidí parar la negociación y esperar a que, algún día, la junta directiva entienda que es mejor negociar.
Espero, de todo corazón, que ese día no llegue demasiado tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario